miércoles, 12 de septiembre de 2007

Hechos curiosos de la Segunda Guerra Mundial (II)

(continúa...)

Durante la campaña del desierto contra Rommel, los británicos y fuerzas australianas combatieron juntos contra los alemanes. Sin embargo mientras los ingleses tenían los pies llenos de ampollas y cojeaban visiblemente, los australianos parecían completamente sanos. Un oficial medico se interesó en el tema y encontró la respuesta un día que vio a un grupo de australianos chapoteando en un charco. Este era el tratamiento milagroso de los australianos, metían los pies en un agujero con... orina, que al parecer les fortalecía los pies.

La OSS (Office of Strategic Service, Oficina de Servicios Estratégicos), fue creada por el gobierno de EEUU al dividirse la OCI (Office of the Coordination of Information, Oficina de Coordinación de Información) en dos, en 1942. Estando ya Estados Unidos en guerra, el objetivo era crear organismos eficientes que ayudaran de cualquier forma a la victoria. Sin embargo, al principio la OSS no ayudó mucho: sus planes eran sencillamente ridículos. Algunos de los más absurdos contemplaban planes para equipar a murciélagos adiestrados con bombas incendiarias que dejarían caer sobre Tokio, el uso de icebergs dirigidos que dañaran los puertos de Alemania o la modificación del clima de toda Europa mediante un misterioso sistema de "distribución de nubes". A pesar de todos sus fracasos, el organismo continuó en servicio y comenzó a mejorar; al final de la guerra se convirtió en la Central Intelligence Group (Grupo Central de Inteligencia), y veinte meses más tarde se convirtió en la CIA.

Minoru Genda, general japonés que ayudó a planear el devastador ataque japonés a Pearl Harbor, recibió la condecoración de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en 1959. Esto ocurrió cuando Genda estaba al frente de la nueva fuerza aérea japonesa, y después de haber probado el Starfighter F-104 de la Lockheed en California. Su recomendación fue un factor importante para que Japón comprara los aviones.

La retirada alemana de Grecia, que tuvo lugar en septiembre de 1944, fue uno de los episodios más extraños de la 2ª Guerra Mundial, a niveles que rozaban lo ridículo.

La evacuación se llevó a cabo tras la caída del frente sur de Rusia y el pase de Rumania y Bulgaria al campo aliado. Alemania tenía en la zona guarniciones que sumaban unos 30.000 hombres, una suma demasiado pequeña para detener el avance soviético. Sin embargo esa misma suma era demasiado grande como para hacer una evacuación, ya que apenas había algunos aviones y un puñado de viejos buques. La retirada hubiera sido imposible de realizar (al menos sin gravísimas perdidas) de no haber mediado un acuerdo entre ingleses y alemanes, según cuenta el ministro alemán Speer en sus memorias.

Los ingleses dejaron así que los alemanes evacuaran determinadas zonas sin atacarlos. Al parecer a cambio los alemanes se comprometían a defender el puerto griego de Salónica de los rusos, al menos hasta que llegaran los británicos (que estaban interesados en conservar Grecia fuera de la orbita soviética). La propuesta al parecer partió del ayudante de Hitler, Jodl. Speer dice por fin que el único comentario que hizo Hitler al final de la operación fue: "es la última vez que nos prestamos a una cosa así"

En ambas guerras mundiales, la vida útil promedio de un caza era de dos meses.

El teniente japonés Hiroo Onoda es el ejemplo extremo de la obediencia militar. En 1944, mientras actuaba en la isla filipina de Lubang, su comandante le ordenó mantenerse en su puesto "aún cuando la unidad a su mando fuera destruida". Onoda acató la orden por 31 años; cuando en 1975 se rindió portaba todavía su viejo fusil y pretendía seguir peleando si era necesario. Había cumplido 52 años y continuaba oculto en los bosques de la isla. Ignoraba completamente que la guerra había terminado; al momento de su captura, declaró: "no me entregué antes porque no había recibido la orden de hacerlo".

Probablemente el único general que mató personalmente a un soldado enemigo en la 2ª Guerra Mundial fue el general inglés R. E. Urquhart, durante una emboscada enemiga en la arriesgada ofensiva de Arnhem, Holanda, en 1944.

Durante el año de 1944 las tropas alemanas en Italia defendieron la denominada Línea Gustav con obras de ingeniería de enorme envergadura. Expertos en defensa en profundidad, construyeron túneles por debajo de las montañas, fuertes en cada loma, campos minados, alambradas y trampas antitanque. Los túneles eran verdaderas fortalezas en donde se acumulaban provisiones, medicamentos y municiones; estaban reforzados con vigas de acero y durmientes de vías de ferrocarril. A pesar de los enormes ataques de la artillería aliada, nunca pudieron ser destruidos. Según palabras del mismo general Clark, "más tarde supimos que durante uno de nuestros ataques de bombardeo y artillería más intensos (un ataque en el que arrojamos todo el peso que nuestras fuerzas pudieron reunir contra una zona objetivo relativamente pequeña) en un depósito subterráneo de la montaña un grupo de oficiales alemanes jugaba a las cartas. No se levantaron de la mesa durante todo el transcurso del ataque; nuestro mayor esfuerzo ni siquiera logró desbaratar ese partido de cartas."

En 1940, el Alto Mando francés se encontraba en una situación altamente caótica. Los efectivos alemanes habían invadido gran parte del país y las retiradas se sucedían constantemente. Entre el cúmulo de órdenes y contraórdenes que se dictaban desde París, a veces muy lejos del lugar del conflicto, una en especial le ordenaba al general Henri Giraud, comandante del 7º ejército francés, que se hiciera cargo del comando del 9º ejército. Giraud parte con su Estado Mayor hacia la frontera franco-belga, en donde está luchando su nueva unidad. Luego de dos horas de marcha, llegan a la sede del comando; el general Giraud desciende y camina unos pasos, pero luego no puede creer lo que ve: frente a él, soldados alemanes hacen el saludo militar. Un oficial se adelante, entrechoca los talones y saluda. Sin abandonar su posición de firme, le anuncia:

-¡Es usted nuestro prisionero, señor general!

Con gran asombro, Giraud entra en la sede del comando. El oficial alemán le informa:

-Han tenido mala suerte. El anterior comando del 9º ejército abandonó la región hace media hora. Quince minutos después llegamos nosotros. Hubiera sido una falta de consideración no esperarlos...

El XV Grupo de Ejército Aliado que operó durante la Segunda Guerra Mundial en Italia "era una Babel", según palabras de su Alto Mando. Y no era para menos: tal vez haya sido el frente con soldados de más nacionalidades y etnias de todas las guerras, modernas y antiguas. Esto planteaba, inevitablemente, frecuentes y problemáticas dificultades en la logística: traductores, comida, aprovisionamiento, organización, etc. Entre sus efectivos se encontraban:

· estadounidenses, algunos descendientes de inmigrantes italianos y japoneses (nisei, agrupados en una formación especial ya que se temía por su actuación a causa de su origen);

· franceses, que luego pasaron a la lucha en su misma patria;

· brasileros, pertenecientes a la 1º división de la Fuerza Expedicionaria Brasilera. El general Clark comenta que "nos había resultado extraordinariamente difícil encontrar intérpretes de habla portuguesa para los tanquistas que debían apoyar a unidades brasileras en acción";

· efectivos de las Islas Británicas, entre ellos batallones escoceses, irlandeses (que pidieron, el día de San Patricio, que un avión especial les trajera de su patria una comida tradicional) y británicos;

· italianos pertenecientes a pelotones de partisanos o del ejército regular, ya que a partir de 1943 Italia estaba de parte de los Aliados;

· griegos;

· canadienses pertenecientes a toda la geografía, incluso Terranova, algunos hablando inglés y otros francés;

· sudafricanos, tanto de origen occidental como nativos, representados entre otros por los "Springboks" del Mariscal Smuts, el Batallón de Servicios Especiales de la 6º División Blindada Sudafricana que dejaron sus tanques y combatieron a pie;

· polacos pertenecientes al 2º Cuerpo Polaco, con parientes en EE.UU. y que se hicieron famosos al conquistar las alturas de Monte Cassino;

· judíos de Palestina;

· marroquíes y argelinos de las colonias francesas, que aunque lucharon con gran valor e ingenio, trajeron no pocos problemas de logística;

· neozelandeces;

· indios de multitud de etnias reclutadas por los británicos en esa colonia, incluyendo sikhs, maharattas, madrasis, jats, rapjuts, punjabíes, pathanes, baluchis y gurkhas de Nepal; sus religiones y alientación trajeron no pocos problemas. Los hindúes no podían comer carne de vaca, que consideran sagrada, y otros no podían comer carne de cerdo; el Octavo Ejército Británico tenía que llevar un rebaño de cabras detrás suyo para alimentarlos a todos.

· Había en servicio numerosos cuerpos femeninos de enfermeras y auxiliares, con mujeres estadounidenses, inglesas, sudafricanas y canadienses. Los hospitales tenían que tener multitud de intérpretes y ser capaces de abastecer de alimentos, ropa, medicamentos y demás sin romper ninguna regla cultural. "Hubo un gran revuelo cuando los enfermos árabes franceses se negaron a usar pijamas, usando los pantalones como turbantes", recuerda Clark.

El ejército de la Alemania nazi, presunto representante de la superioridad de la raza aria, se convirtió a lo largo de la guerra en una torre de Babel, al igual que pasó con los Aliados. Combatieron del lado alemán franceses, croatas, rusos, letones, lituanos, tártaros, norteafricanos, turcomanos, chechenios, e incluso se dice que indios (probablemente capturados de divisiones inglesas). Incluso las máximas representantes de los ideales nacionalsocialistas, las S.S., admitieron en sus filas a belgas, daneses, holandeses, noruegos, españoles, franceses... y a auxiliares del este de Europa.

Los reconocimientos aéreos estadounidenses sobre el atolón de Tarawa hicieron un trabajo más que sobresaliente para ayudar a las fuerzas terrestres a conquistar la isla. En sus fotos aparecen las letrinas japonesas de la isla de Betio, la más importante desde el punto de vista militar del atolón. Identificando con precisión los tipos diferentes según fueran para oficiales, suboficiales o tropa, y estimando el número de hombres que se asignarían a cada letrina, los oficiales de inteligencia norteamericanos concluyeron que los defensores japoneses eran 4.836, que luego se reveló como la cifra exacta. Esto ayudó mucho a planear el desembarco. De estos defensores sólo se hicieron 148 prisioneros, coreanos en su mayoría y casi todos heridos. Los americanos perdieron 1.115 hombres y tuvieron 2.292 heridos.

Luego de la batalla de Kaserine en África, el II Cuerpo de Ejército de EEUU estaba muy desmoralizado a causa de los graves golpes que había sufrido a manos de las fuerzas de Rommel. Eisenhower resolvió, para reparar esto, la designación del general Patton como nuevo comandante.

La decisión no podría haber sido más acertada. Con una personalidad avasalladora, un carácter firme y decidido y algo excéntrico, era justo lo necesario. El general Bradley comenta en sus Memorias como Patton llegó a su puesto de comando, entre sirenas y la marcha de decenas de vehículos: "en el coche que marchaba a la cabeza, Patton viajaba de pie, como el conductor de una cuadriga. Miraba ceñudamente hacia el viento y su mandíbula presionaba contra el barbijo de malla de un casco con dos estrellas. Dos estrellas de plata, de tamaño excesivo sobre una chapa roja, señalaban su auto de comando." El ego de Patton era otra de sus características.

Pronto encontró el elemento que necesitaba para elevar la moral de su tropa. Durante varios meses de combate, los soldados estadounidenses se habían acostumbrado, como el recluta inglés, a un uniforme desalineado. No usaban el casco, sino solamente la gorra de lana que debían llevar debajo. Patton entonces obligó el uso de casco, polainas y corbata en todo momento. Las multas por no hacerlo eran de 25 dólares para soldados y de 50 para oficiales.

El reinado del "escupa y saque brillo" que instauró el general Patton logró justamente su objetivo: soldados más disciplinados, orgullosos y seguros de sí mismo

Durante la 2ª Guerra Mundial, los pilotos estadounidenses ponían latas de mezclas de helado en los compartimientos del artillero de popa de sus B-29s. Las bajas temperaturas que sufrían a causa de la altura del vuelo, y las constantes vibraciones, hacían un buen helado.

Durante la guerra en Francia, los pilotos de cazas alemanes tenían problemas para encontrar buenos aeródromos de los cuales despegar. El avance de las divisiones de tierra era tan rápido, que después de pocos días de llegar a un lugar, tenían ya que empezar a buscar de nuevo otra pista de aterrizaje, porque de otra manera se quedaban cortos con el alcance de la "sombrilla aérea".

Así se sucedieron muchas curiosas anécdotas. Por ejemplo, un piloto del JG2, con órdenes de buscar una pista para su escuadrón, reclamó un buen lugar cerca de Charleville, pero otros pilotos del JG27 llegaron antes y se lo "robaron". Entonces, pasó a la población cercana de Signy-Le-Petit: allí había un excelente lugar, pero estaba el inconveniente de que había muchos soldados franceses en los bosques cercanos. Pero el piloto no se dejó vencer: eligió a 10 hombres, les dio armas y se fue como infantería a peinar la zona. Capturó a un Jefe de Ejército francés, tres generales de división y 200 soldados coloniales. Pero todavía tenía trabajo para hacer; previendo la llegada posible de más tropas enemigas, revisaron los restos de los aviones Potez que había abandonados en la pista, les retiraron sus ametralladoras y las usaron para armar un perímetro de defensa en la parte superior de una granja cercana. En el piso de abajo, estaba el mejor disfraz para una posición: había un bar y un burdel, que funcionaba normalmente incluso en esas condiciones.

El otro extremo lo experimentaron los pilotos del I.(J)/LG2, quienes tuvieron que quedarse en un convento de monjas durante una buena parte de la campaña.

Mientras tanto, irónicamente, los pilotos que habían "usurpado" al otro piloto la pista de Charleville, eligieron muy mal. El sitio estaba dentro del alcance de la artillería francesa, quien los castigaba sorpresivamente. El suministro de materiales se hizo difícil, porque los aviones podían ser derribados si tenían mala suerte. Como comenzó a escasear el combustible, tuvieron que empezar a "requisar", al parecer sin orden superior, el combustible sobrante de todos los aviones que aterrizaban allí. Simplemente le sacaban todo lo que no necesitaban para llegar a la siguiente pista. Este tratamiento fue inmisericorde, porque incluso lo hicieron con un Ju-52 que pertenecía a la unidad personal de transporte de Hitler.

Las situaciones eran a veces desesperadas. Algunos cazas terminaban aterrizando de emergencia en aeródromos abandonados, entre pilas de chatarra y cráteres de bombas. A veces las tropas francesas seguían hostigando a los aeropuertos improvisados. La falta de comunicación con los aviones también traía problemas. En un aeródromo improvisado, recibieron a un Bf-109 con una multitud de bengalas rojas. El piloto se aproximó, vio una serie de banderines rojos sobre una zona despejada, y los usó como referencia, aterrizando en la ruta que marcaban. Cuando aterrizó, recibió (seguramente con terror) la noticia de que la ruta de banderines no era la pista de aterrizaje, sino una advertencia, ya que en ese lugar habían caído varias bombas que no habían estallado.

1 comentario:

Kai dijo...

Las 10 Mejores Operaciones de la Segunda Guerra Mundial


http://operacionesmilitares.blogspot.com